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PAZ CON EL ELN: ENTRE LA PALABRA Y LA REALIDAD

Retomar con los diálogos con el ELN es una tarea urgente; sin embargo, requiere coherencia política, garantías sociales y una visión territorial realista.

En un mensaje divulgado a través de la red social X, el presidente Gustavo Petro anunció que es hora de abrir nuevamente los canales de dialogo con el Ejército de Liberación Nacional – ELN.

A su vez, en el mensaje, el presidente señala que este grupo armado ilegal debe probar la paz de Colombia, advirtiendo que no se necesita asesinar a más de 70.000 personas para lograr un intercambio humanitario.

Si bien, la frase “pruebe la paz de Colombia” contiene un tono desafiante; no es una invitación ingenua, sino un llamado urgente a demostrar con hechos la voluntad de dialogo.

El problema es que el escenario no es el mismo del 2023; hoy en día el país carga las secuelas de múltiples rupturas de dialogo, crisis humanitarias y un territorio fragmentado por actores armados.

El Catatumbo sigue siendo el punto más critico; allí la presencia del ELN, el frente 33 de las disidencias de las FARC y otras estructuras residuales han convertido cada intento de negociación en una cuerda tensa.

Los enfrentamientos ocurridos en esta región a comienzos del 2025, dejaron decenas de familias desplazadas mostrando la fragilidad del control institucional y la urgencia de una intervención integral.

La corporación CORPOVIMADH, ha señalado en el informe “Catatumbo tierra de olvido” que el conflicto armado con el ELN no puede como un asunto político, sino como una expresión del abandono estructural del Estado.

Así mismo, esta corporación de Derechos Humanos con presencia en las regiones del Magdalena Medio y Catatumbo señala que la guerra se alimenta del abandono, allí donde el Estado no llega florecen las armas, el narcotráfico y la desesperanza.

Hablar de paz total en un territorio donde la guerra continua exige más que un gesto diplomático; requiere de una acción sostenida del Estado que contemple unas garantías reales.

El conflicto con el ELN y con los demás grupos armados ilegales y residuales no se resolverá con operaciones militares; sin embargo, el reto está en que los diálogos no se conviertas en treguas rotas.

La historia ha demostrado que cada cese al fuego temporal ha terminado empañado por ataques a la población, secuestros, desplazamientos masivos, incumplimientos y un centenar de nuevas víctimas.

La sociedad colombiana está cansada de promesas inconclusas, se necesitan acciones concretas que incluyan liberación de secuestrados, respeto a las comunidades y compromisos verificables de no agresión.

El ELN por su parte, ha insistido en que la paz no es solo el desarme de sus tropas, exige también unas transformaciones estructurales y participación social en la construcción de los acuerdos.

Este argumento tiene sentido histórico; sin embargo, pierde legitimidad cuando la violencia se usa como medio de presión política, demostrando con esto que no hay transformación si el dialogo se sostiene con agresiones.

El país necesita una hoja de ruta clara; un cronograma público de compromisos verificables y la participación de veedurías ciudadanas, organizaciones de derechos humanos, poblaciones campesinas y acompañamiento de organizaciones internacionales.

De igual forma, se requiere de una política social que no abandone los territorios cuando los reflectores se apagan. La experiencia del acuerdo de la Habana demuestra que sin implementación efectiva la esperanza se diluye.

También es momento de revisar el enfoque territorial; no se puede hablar de paz total si las comunidades que durante años han sufrido los efectos del conflicto armado siguen siendo invisibles.

Desde una mirada propositiva, el reinicio del dialogo podría ser la oportunidad de construir una paz más inclusiva, una que no dependa de exclusivamente de los negociadores en la mesa.

La mesa de diálogo y los acuerdos que allí se logren, deben contar con la participación de aquellas comunidades y organizaciones sociales que han vivido el flagelo de la violencia en los territorios.

La paz total debe nacer de abajo hacia arriba; de lo contrario, seguirá siendo una promesa escrita, una nueva promesa de cambio y una burla hacia las comunidades y víctimas del conflicto armado.

Si algo nos ha enseñado la historia del conflicto colombiano es que la guerra se alimenta del abandono, allí donde el Estado no llega florecen las armas, el narcotráfico y la desesperanza.

La paz no se prueba con discursos, se demuestra con coherencia, no se alcanza con mensaje en una red social, se construye con presencia efectiva del Estado y con garantías para la población civil.

Si el gobierno nacional logra traducir sus palabras en hechos sostenibles, Colombia podría por fin comenzar a cerrar un ciclo de violencia interminable.

Autor:

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JOSE LUIS MORENO ALVAREZ

Representante Legal, Director General y Miembro de la Junta Directiva - CORPOVIMADH.

Fecha de Publicación: 13 de Octubre de 2025

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